La gran pandemia que afectó a Europa por más de un siglo, provocó, desde su llegada en 1348, un gran impacto entre la población. Actualmente, se sabe que la enfermedad es una zoonosis, es decir, una enfermedad transmitida por los animales, transmitido por las pulgas y otros parásitos de las ratas grises y negras, que al convivir con la gente, le contagiaban fácilmente.
Se le llama peste negra, porque la más común de sus
manifestaciones, la bubónica, tiene como síntoma característico la aparición de
pústulas de sangre de color negro azulado. Los autores la llamaban en latín
atra mortis, que significa muerte negra o muerte terrible.
Muchos morían a
los pocos días de contraerla, calculándose entre un 40% a un 90% de mortalidad entre quienes la padecían. Se ha calculado que la
Peste Negra mató alrededor del 30% de la población europea. Al conocer la
magnitud del impacto de la Peste Negra en la población, se comprende el efecto psicológico que causó.
Una enfermedad muy contagiosa, que acaba
con un considerable porcentaje de la población de un reino, necesariamente
crea un ambiente de temor y de tensión
entre la gente.
La Ciencia Medieval ante la Peste
El impacto psicológico provocado por la Peste no sólo se
produce por el horror de ver morir a más
de un tercio de la población, después de sufrir tan graves síntomas. Otro aspecto que contribuye a aumentar la
desesperación es la impotencia de los
médicos medievales, incapaces de lograr una solución efectiva con sus
precarios conocimientos.
Esta situación
no sólo se traduce en recetar tratamientos que no lograrán sanar a los enfermos. También se ve en sus
frustrados intentos por descubrir las causas
de la enfermedad, lo que muchas veces les lleva a caer en
supersticiones, muy difundidas en la
época.
Konrad von Megenberg, en su Buch der Natur, explica estas
dos hipótesis, muy difundidas en Alemania: que la epidemia era un castigo de
Dios o que había sido provocada por los
judíos.
Hay que recordar que en la mentalidad cristiana medieval,
la enfermedad muchas veces se
identificaba con el pecado, o, en el caso de la lepra, como una metáfora del paganismo o la herejía. En ese contexto,
no resulta extraño encontrar
interpretaciones que, a falta de conocimientos científicos, recurran al
castigo divino como una posible causa de
la Peste, su virulenta propagación y su extensión en el tiempo.
Influencia de la Peste Negra en la mentalidad
bajo medieval
La idea de la
muerte estaba muy presente en la mentalidad del hombre medieval. Pero fue con
la crisis del siglo XIV, época de gran mortandad, sobre todo por la Peste
Negra, pero también por las hambrunas y las guerras, cuando su presencia se
convierte en obsesiva en el arte, la literatura, los sermones y, en general, en
todas las manifestaciones culturales posteriores a 1350.
En palabras de Julio Valdeón, al ser “víctimas de un
temible mal, cuyo origen desconocían y al que no podían detener en su mortífera
expansión, los contemporáneos de la Peste Negra sintieron que el mundo se
hundía.” El hombre estaba consciente de su mortalidad y de lo inevitable de
esta situación. Pero, con la peste, esta conciencia se convierte en una
angustiosa realidad.
Un ambiente de gran tensión es el que viven las ciudades
y villas europeas, con gran cantidad de enfermos, moribundos y cadáveres, que muchas veces no son atendidos por quienes
habitualmente se encargan de ellos, por
temor al contagio. Algunos, conscientes de que la Peste puede sorprenderlos en
cualquier momento, arrebatándoles la vida de un golpe, abandonan sus
responsabilidades: descuidan sus cultivos, abandonan sus riquezas y
propiedades, o huyen hacia otros lugares. Además, muchas ciudades, al estar
infectadas, optan por establecer cuarentenas, aislándose del mundo, lo que
contribuye a crear un ambiente de mayor desesperación, ante la sensación de
encierro y la situación de desabastecimiento provocadas por esta medida.
A pesar de las representaciones de la Buena Muerte, la
idea de la muerte más terrorífica ya existía. No todos llegaban a su muerte con
la tranquilidad e ilusión que muestran las obras de Alfonso X o Gonzalo de
Berceo. Es en el siglo XIV, tiempo de crisis, el momento en que saldrá a la luz
la idea de una muerte más macabra, exponiendo los miedos de la sociedad en la
Baja Edad Media. “La muerte es el mal, el enemigo que siega implacablemente una
vida a la que el hombre se siente cada vez más apegado.”
El origen de la muerte negra
Las acciones de la
asistencia pública en salud, desde el punto de vista administrativo, estaban
centradas en algunas unidades locales ubicadas en las ciudades, lo cual le daba
a esta asistencia pública un carácter
parroquial. En general, la administración de la salubridad pública no era
llevada por los médicos sino por los ciudadanos del común.
Los médicos eran contratados para deberes específicos. Esta
organización sanitaria municipal logro, en la mayoría de los casos, mantener
controlada la enfermedad.
Pero ese período europeo “epidemiológicamente feliz”,
terminó súbitamente a mediados del siglo XIV.
Por una parte, el marcado crecimiento de la población (300% desde el siglo X), los repentinos cambios de clima y la consecuente disminución de los alimentos, condujeron a Europa a un período de hambre que alteró las capacidades inmunológicas del pueblo europeo.
Por una parte, el marcado crecimiento de la población (300% desde el siglo X), los repentinos cambios de clima y la consecuente disminución de los alimentos, condujeron a Europa a un período de hambre que alteró las capacidades inmunológicas del pueblo europeo.
Por otra, a partir del siglo XIII, cambios climáticos habían comenzado a
alterar la ecología de los insectos y roedores de Eurasia y la peste.
Simultáneamente e impulsados por los mencionados cambios
climáticos, los Mongoles habían iniciado la conquista del Asia central y con
ellos había viajado la peste. Finalmente, se desarrollaron conexiones
comerciales más estrechas entre Europa, Asia y África, y los consecuentes
contactos humanos entre Oriente y Occidente aumentaron. Así apareció la Muerte
Negra en Europa y la segunda pandemia de la peste.